Por el deterioro orgánico que genera la adicción a la persona y para controlar el síndrome de abstinencia (ansiedad, irritabilidad, insomnio, nauseas, entre otros efectos que se generan cuando se deja de consumir).
Para dotarlo de habilidades sociales y emocionales para prevenir una recaída.
Por el vacío que buscó ser llenado por medio de las sustancias y que únicamente puede ser llenado por Dios.