¿QUE ES LA COCAINA?
La cocaína es un estimulante extremadamente adictivo que afecta directamente al cerebro. La cocaína ha sido llamada la droga de los años ochenta y noventa por su gran popularidad y uso extendido en esas décadas. Sin embargo, no es una droga nueva. En realidad, la cocaína es una de las drogas que se conoce desde hace más tiempo.
Acción adictiva potente en el cerebro
La cocaína actúa sobre los circuitos cerebrales responsables del placer y la gratificación. El sistema de recompensa del cerebro está diseñado para responder a estímulos básicos relacionados con la supervivencia, como la comida o el sexo. Sustancias como la cocaína estimulan ese sistema de forma masiva y el cerebro se acostumbra a esa situación, desarrollando lo que se conoce como tolerancia. “Por eso se necesitan dosis cada vez más frecuentes y elevadas y si se deja de forma abrupta aparece el síndrome de abstinencia”, señala Herradón.
Euforia y sensación de aumento de energía, disminución del apetito, estado de alerta y falsa sensación de agudeza mental, aumento de la temperatura corporal, dilatación de las pupilas… son algunos de los principales efectos a corto plazo de la cocaína que enumera Alonso, quien también reseña que produce “aumento de la presión arterial y el ritmo cardiaco y contracción de los vasos sanguíneos”.
A este respecto, Herradón comenta que “la cocaína tiene más riesgos a corto plazo de lo que la gente piensa”. Además de los problemas que puede ocasionar la hipersensibilidad a la luz, el ruido o el tacto que fomenta, también puede producir paranoia.
El poder vasoconstrictor de la cocaína produce un gran aumento de la presión arterial que puede desembocar en un infarto de miocardio, un ictus o muerte súbita cardiaca. Y esa subida brusca de la presión es habitual en consumidores crónicos, pero también puede surgir tras un periodo breve. Dependerá, entre otras cosas, de la predisposición individual. Herradón pone un ejemplo: “Una arritmia cardiaca no muy pronunciada desde el punto clínico puede agravarse si la presión arterial aumenta por el consumo de cocaína”.
Alonso destaca que, “entre todas las posibles complicaciones, destacan por su frecuencia y gravedad las alteraciones cardiovasculares, como son las arritmias, infartos agudos de miocardio e ictus”.
La toxicidad orgánica de la cocaína se puede manifestar también en las siguientes patologías:
Enfermedades respiratorias como taquipnea (un aumento de la frecuencia respiratoria por encima de los valores normales) y respiración irregular. Perforación del tabique nasal, exarcebación de cuadros asmáticos, hemorragia pulmonar, neumotórax, edemas pulmonares.
Enfermedades hepáticas (la cocaína es una toxina hepática específica).
Enfermedades neurológicas como cefalea, ictus isquémico y hemorragia cerebral.
Enfermedades digestivas como anorexia, náuseas, vómitos, diarreas, úlceras gastroduodenales con hemorragia y perforación.
Enfermedades renales: fallo renal agudo.
Por otra parte, el profesor del CEU explica que las complicaciones derivadas del uso prolongado de esta droga de abuso dependen en buena medida del tipo de consumo. Cuando se toma de forma inhalada produce vasoconstricción en la nariz, con las consiguientes hemorragias nasales agudas, goteo constante, problemas para tragar y, a más largo plazo, destrucción del tabique nasal que puede requerir cirugía.
“A largo plazo hay que tener en cuenta que la cocaína agrava las patologías respiratorias y aumenta el riesgo de infecciones pulmonares”, añade Herradón.
Cuando se consume por vía oral, la cocaína produce vasoconstricción en el intestino y, con el tiempo, puede llegar a ocasionar gangrena de los intestinos, lo que significa que no llega oxígeno y se muere el músculo liso del intestino.
En cuanto a la inyección intravenosa, lo más destacable es el riesgo de contagio del VIH y de la hepatitis C. “El propio consumo fomenta la desinhibición, lo que lleva a un comportamiento sexual menos juicioso y, con él, a un aumento del riesgo de contraer infecciones de transmisión sexual”, puntualiza Herradón.